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26/12/2021

Tengamos la fiesta en paz

En los primeros días de noviembre, desde estas mismas páginas, avisábamos de que si no se tomaban las debidas precauciones y relajábamos la guardia la Covid 19 podría aguarnos las fiestas navideñas. Desgraciadamente no nos equivocábamos y llegamos a esta fechas con miles de contagios diarios en toda España, y con decenas de fallecimientos cada 24 horas. Tal y como los expertos auguraban hace algunas semanas, la variante Ómicron tiene una altísima capacidad de contagio y si a ello unimos que en muchas ocasiones no hemos comportado como si ya hubiéramos superado la pandemia el resultado de la ecuación no puede salir más negativo. Tal es la situación que los profesionales de la Atención Primaria vuelven a estar saturados de pacientes y que las UCI cada vez reciben más enfermos de coronavirus. Lejos de las falaces acusaciones vertidas por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y aireadas por voceros afines, nuestros médicos y el resto del personal sanitario no han dejado de darlo todo día tras día  por atender no sólo a los positivos por el virus sino también a todos aquéllos ciudadanos que necesitaban de sus servicios….. y continúan en ello, en muchas ocasiones a costa de su propia salud mental y física. ¡Claro que a veces es difícil contactar por teléfono con nuestro centro de salud y que en muchas ocasiones debemos hacer cola para que nos vean los facultativos o nos curen en la enfermería! Justificar esas circunstancias es tan fácil como saber contar: diez no es lo mismo que cien, y quien lo ponga en duda no merece ni la más mínima consideración.

No resulta pues difícil de entender que el Gobierno de Castilla-La Mancha haya decidido reforzar la Atención Primaria y las urgencias y que se tienda a simplificar los procedimientos administrativos de concesión de bajas e inspección. Tampoco nos extraña que se vuelva a abrir la vacunación masiva sin cita previa para inocular dosis de refuerzo o para instar a los no vacunados a que se animen a recibir sus dosis, como ya hemos visto en varias ocasiones. Se hace necesario también buscar alternativas que eviten la desatención de quienes sufren patologías crónicas u otro tipo de dolencias. Porque de nuevo es preceptivo evitar el colapso que vivimos en los peores meses de la pandemia y nadie debe quedar atrás en lo que a salud se refiere. Mucha gente afirma, con razón, que esta nueva variante del virus no es tan letal como las anteriores, pero lo que nadie puede negar es que Ómicron puede ser capaz de poner en serios aprietos el sistema sanitario si no avanzamos con las vacunas ni implementamos restricciones a comportamientos que se han revelado como peligrosos en periodos anteriores. Quizá la obligatoriedad de llevar puesta la mascarilla en los exteriores, como acaba de decidir el Gobierno, no sea suficiente para contener esta sexta ola, especialmente si tenemos en cuenta que eso era algo que practicamente ya se estaba haciendo en la mayoría de las ocasiones y, según estamos comprobando, no ha servido de mucho ante el ímpetu de esta nueva mutación.

En cualquier caso no es nuestra intención amargar a nadie la Navidad, pero no podemos ocultar cierta preocupación porque continuamos observando reacciones incomprensibles en una parte de la población y en ciertos ambientes políticos. No se comprenden actitudes negacionistas a estas alturas u otras que se limitan a vituperar la efectividad de cualquiera de las decisiones tomadas por el Ejecutivo. Si opta por una opción, defienden la contraria. Si posteriormente rectifica, arremeten afirmando que el cambio llega tarde y muestra falta de criterio. Si se potencia la gestión de las autonomías, se quejan de que debe ser del Gobierno; si esa gestión vuelve al Gobierno, se le tacha de centralista. En las circunstancias como las que vivimos desde hace ya casi dos años esa no debe ser la postura de la oposición. Se impone remar en la misma dirección porque si no la embarcación pierde el rumbo y el pasaje no sabe a qué atenerse. Debe ser tiempo de arrimar el hombro sobre la misma pared para evitar que se derrumbe y con ella la convivencia pacífica y armoniosa que ha de producirse, sobre todo en estas fechas, pero también antes y después.

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