Sea como sea pero ya

No es el comentarista precisamente un experto en economía y bien consciente de ello no se atrevería por tanto –no se atreve, vaya– a pontificar sobre cuál de las dos propuestas para el establecimiento de una renta estatal de la pobreza , la en su día, hace ya bastante tiempo, en febrero de 2017, presentada al alimón como iniciativa legislativa popular por los sindicatos CCOO y UGT y tomada en consideración entonces por el Parlamento, y la en los pasados días propuesta por el presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, la Airef, sería a la par y en la medida de lo posible más beneficiosa y más aplicable en nuestras actuales circunstancias, pero de lo que desde luego sí estaba ya seguro, y los datos vueltos a manejar con ocasión de la segunda no han hecho más que confirmarle en su idea, es de la necesidad y urgencia de la puesta en marcha de tal medida. Porque anda que no resultan más, pero que más que evidente, la necesidad y la urgencia de crear esa ayuda si queremos hacer frente, cual evidentemente debemos, a uno de los más alarmantes problemas que afectan a nuestra hispana sociedad: nuestra elevada tasa de pobreza severa, una pobreza que se calcula teniendo en cuenta el 30 por ciento de la mediana de la renta: se trataría de una persona que –son datos de los informes al respecto del pasado año– vive con menos de 4.261 euros al año. Pues bien, esa tasa asciende en nuestro país a un 6,9 por ciento de la población, la segunda más alta de Europa superada tan sólo por la de Rumanía, lo que viene a significar que, siempre refiriéndonos a los datos de 2018, tres millones doscientos mil de compatriotas nuestros están afectados por esa pobreza severa, que ya me dirán si no es asunto más que grave que afrontar mejor hoy que mañana. Y he ahí una razón más, por si no hubiera tantas otras, para exigirles a nuestros políticos que, dando ya de lado egoístas e insolidarios intereses estratégico-partidistas, se aboquen de una vez por todas y sin más maléficas dilaciones a la conformación de un gobierno estable que permita el funcionamiento normalizado de nuestras instituciones, que ya va siendo hora de que tanto el ejecutivo como el legislativo regularicen su estar y su actuar y echen a andar para hacer frente a tantos desafíos como –cual éste de la lucha contra la pobreza severa– reclaman, de todas, todas, y ya, ser atendidos, cuanto antes, sea de un modo o de otro. Que se pongan ya, de una vez, a ello.