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Ya nos hemos comido la mitad del verano. Los más osados con una escapada que se apresuraron a realizar; los más cautos en casita y los madrileños, como Dios, en el pueblo de todos. Yo caí en la cuenta hace un par de semanas en una breve incursión a Madrid: Las mascarillas se han convertido en un modo de manifestarse pero los mensajes son dinámicos y, por lo tanto, no siempre fáciles de interpretar. Así, están los que optan por la mascarilla pelada —la de soldado raso—, cada vez menos, y quienes optan por los diseños más variopintos, reflejo de la personalidad de cada uno. Así, tenemos la mascarilla gótica, cuqui, pija, infantil… Pero, sin duda, el elemento que más destaca es el de la bandera. Están de moda las banderas. Os prometo que he visto tipos que llevan cinturón, pulsera, polo, y mascarilla abanderados. Algunos llevan la bandera de España tan repetida que parecen catalanes. Maradona debería ser un ejemplo: Es cuestión de rayas. A lo que íbamos. Primero me di cuenta de que las mascarillas cumplían la labor que antaño desempeñaban algunos muros. Después advertí que tanta bandera tenía una intención; aunque no me queda clara. Imagino que apoyar al gobierno de España porque Pedro Sánchez también lleva la bandera en su mascarilla. Y en mi incursión a la capital del imperio me di cuenta de algo más: La bandera de España es la favorita entre los latinos, nuestros antiguos súbditos ¿Será la hora de la reunificación descentralizada de la periferia independentista independizada al imperio?