Lo que más importa

Nadie puede decir, desde luego, que, tal y como andan las cosas, sean los tiempos actuales fáciles para casi nada –excepto quizá para la producción de distopías– pero también es cierto que, puestos a repasar la agenda de los problemas que más en verdad afectan nuestro ahora pero, sobre todo, nuestro futuro, y, como consecuencia, la de acometer el debate no ya de lo que se hace o no se hace sino sobre todo  de lo que nos deberíamos de inmediato poner a hacer, bien que corremos el peligro de que los árboles de demasiadas polémicas más o menos puntuales o parciales, tantas de ellas forzadas, casi inútiles y en demasiadas ocasiones más producto de actitudes partidistas que otra cosa, no nos dejen ver el bosque no digo de lo importante –que su importancia seguro tendrán, a su nivel, al menos algunas de las que, de manera más o menos forzada o interesada, corren por los medios y por la revuelta algarabía de las redes sociales, ese gran palenque contemporáneo del todo, bueno, malo y hasta inane, vale– sino de lo más, subráyenme, por favor, el adverbio, importante; de lo que más directa y globalmente debiera, pues eso, permítanme que juegue con el vocablo, importarnos por su trascendencia para el hoy y el cada vez más inmediato mañana. O no les parece a ustedes que polémicas como, por ejemplo las que –ya digo que sin quitarles la relativa relevancia que, en su cota, puedan alcanzar– ahora mismo bullen en nuestro más inmediato, próximo y caliente hispano cuaderno de rifirrafes al compás de los pues mira que tú, ¿es que ya no te acuerdas? y similares argumentos buenos para nada, analizando a la brava la bondad o maldad de anatematizados indultos o los fallos más o menos tenidos o no en leyes y normativas –en tan buena parte, en mi modesta y creo que no demasiado errada opinión más propiciadas por maniobras y estrategias partidistas preelectorales que por reales preocupaciones prácticas– no contribuyen en demasiado grado a sacar de foco, y por tanto dar de lado o al menos restar peso a la adopción de las medidas conducentes a su urgente resolución, tanto en el cuaderno de nuestras preocupaciones como en los planes de nuestros dirigentes, a desafíos tan absolutamente necesarios de afrontar como la por estos nuestros nacionales lares tan absolutamente necesaria –tanto en los lugares más afectados como en todo el entero mapa estatal–  recuperación de un sistema sanitario que fue nuestro orgullo y se nos viene deteriorando a ojos vistas; o, a nivel más global –reconociendo las actuales serias dificultades pero también la total urgencia de afrontar su resolución– la lucha contra una emergencia climática que está poniendo literalmente al borde del abismo el destino mismo si no de nuestro planeta si, desde luego, de nuestra permanencia en él como especie dicen que pensante… A mí, déjenme que les diga, me parece que vaya si, al menos por esta vez, no tengo razón; pero más que razón.