Próspero e igual
Después de empezar unas cuantas veces esta columna, he llegado a la conclusión de que hay columnas, como gente, para las que no pasa el tiempo; que representan un déjà vu, un bucle infinito; y esta es una de esas.
Los Reyes, la cabalgata, el carbón, los mejores deseos y, la corrección política y mesura que exigen las fechas. Esta columna se podría escribir perfectamente un domingo de agosto y marraría poco. No es que el destino esté escrito ni que la historia se repita; es que somos predecibles, tópicos y, en ocasiones, estúpidos.
Lo que está pasando con la nueva ola de este maldito virus lo hemos vivido antes y, seguramente, lo viviremos dentro de un tiempo de nuevo.
Todos sabíamos, antes de Navidad, lo que iba a pasar y ha pasado. No es que seamos listos, es que somos tontos; es que es fácil engañarse a uno mismo, hacerse trampas al solitario.
Así, si queremos que no haya fracaso escolar, basta con rebajar los contenidos, y si queremos ser ecológicos y trabajar para un mundo sostenible, podemos llamar a la nuclear, energía verde.
Al final, como desde el principio, el único problema es cómo llamamos a las cosas. Y vuelvo al bucle. Tengo la sensación de que he escrito esto antes. Le pondré otro título.