Pronombre personal

¡Cómo hemos cambiado! Y no son los años.  Será la evolución de la sociedad, como una especie darwiniana, pero qué especie de sociedad estamos creando.  Cuando yo era pequeño el hombre del saco estaba siempre presente.  En la adolescencia temprana aparecieron los guardias.  No importaba lo que hicieses, alguien siempre aparecía para vociferar: «como se lo diga a los guardias…».   Bastaba con eso.  Éramos una sociedad naif y con buena voluntad.  Creíamos en la socialdemocracia e, incluso, algunos en la religión y el comunismo.  Quiero decir que existía la sociedad y el estado.  España tenía empresas.  Te enseñaban a pensar antes en la sociedad que en ti mismo. Cosas sencillas: No pisar el cuello del prójimo para ganar un duro más —había duros—, respetar a tus mayores o a la inteligencia.  Ahora semana sí, semana también veo cómo los cobardes se unen para pegar palizas, o cómo se enfrentan a la policía por una mascarilla o un botellón.  Se ha perdido el respeto a la policía; alentado, además, por algunas corrientes políticas.  Ahora seis policías están ante el juez por irrumpir en una fiesta ilegal.  ¿Exceso?  Sí; quizás, policial; seguro de chulería, de estupidez, de falta de respeto a la autoridad y la sociedad.  Y yo me pregunto qué piensan algunos que debería haber hecho la policía con la niña de la fiesta, la de los chuches que ya es mayor.  Hemos pasado del miedo al odio y, lo peor, no me he enterado si en algún momento pasamos por el justo medio.