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Julio Magdalena Calvo
Julio Magdalena Calvo
07/12/2016

Pensiones, que no hostales

Hace unas fechas, la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, inauguraba unas jornadas sobre el futuro del sistema público de pensiones organizadas por El Mundo y Expansión con un "vengo a poner tranquilidad". No pudo elegir mejor comienzo la ministra para meter el miedo en el cuerpo de los actuales y futuros pensionistas, porque solamente un saludo de ese tenor ya te hace poner en posición de prevengan.


Recuperados (a medias) del susto inicial, hemos de reconocer que la situación financiera de la Seguridad Social no es muy boyante que digamos, pero no es una consecuencia de la crisis económica, qué también, sino de que la estructura del sistema necesita una reforma en profundidad porque del modelo no da más de sí y, por tanto, no se trata de mejorarlo sino de reestructurarlo, que cosas distintas son: Veamos.


Aunque sea cierto lo que Fátima Bánez dice respecto al Fondo de Reserva de la seguridad Social (Hucha de las pensiones) lo es pero con matices, ya que la finalidad de su creación era atender las necesidades futuras en materia de prestaciones contributivas originadas por desviaciones presupuestarias como las actuales, lo que justifica que se “eche mano” del remanente para abonar las pagas extras de los jubilados, pero (éste es el matiz) a este ritmo de utilización (quedan 24.207 de los casi 67.815 millones que acumulaba en el año 2011), es probable que se agote en el plazo de un año y se tenga que recurrir a otros fondos procedentes de impuestos para pagar las pensiones.


Para que se hagan una mejor idea los que saben tan poco de economía como yo, les compararé el Fondo de Reserva con un frigorífico. En el frigorífico se van acumulando los alimentos para cuando se puedan necesitar, incluyendo los congelados, que para eso sirve. Pero si se van consumiendo y no se reponen, llegará un día que tengas que comerte el hielo de los cubitos (rebaja en las cuantías de las pensiones), suponiendo que todavía existieran. Los cubitos, no las pensiones.


Volviendo a la captación de otros fondos de financiación es, según mi modesta opinión, inevitable, porque las previsiones de futuro nos están indicando que demos emprender las reformas ahora al variar sensiblemente los dos ejes fundamentales del sistema: las cotizaciones y la esperanza de vida. Este segundo eje es difícil de controlar porque nos hemos empeñados en vivir cada vez más años y con esta monomanía nuestra no hay ciencia actuarial que anticipe las previsiones financieras necesarias para tanta senectud, así que por esta vía no podemos hacer gran cosa, si no es vivir menos, claro.


Las cotizaciones cada vez son menores por distintas razones que van desde la falta de cotización por desempleados, pensionistas y emigrantes nacionales o retornados a otros países, hasta la sustitución progresiva de mano de obra por medios tecnológicos, mecánicos y otros. Pero, incluso, en el aspecto positivo que representa el empleo que se va creando en nuestro país, se ve mermado su efecto porque pocos puestos alcanzan el nivel suficiente para invertir la tendencia negativa, ya que, desgraciadamente, la mayoría son de baja remuneración o temporales, o las dos cosas a la vez.


Por tanto, lo mismo que ya se hizo con la financiación de la sanidad y con los complementos a mínimos de las pensiones, habrá de hacerse con otras prestaciones del sistema como podrían ser las de viudedad y orfandad, cambiando la fuente de financiación de las cotizaciones por los impuestos. Claro que otra salida factible podría ser no hacer nada y esperar “el regalo adicional de la virgen del Rocío en nuestra salida de la crisis” (Báñez dixit).

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