Navidad
Bueno, no nos dejó gran cosa pero algo sí: algún, algún pellizco que otro quiso doña Fortuna que nos cayera por estos nuestros provinciales andurriales; bueno, que les cayera a quien les cayera –nuestra felicitación para ellas y ellos, capitalinos, motillanos o, a lo que se dice, también, probablemente, algunos de nuestros visitantes– porque la mayoría, ¿verdad usted?, ni lo olimos, y una vez más nos hemos tenido que aferrar a los socorridos en fin, otra vez será, ahí viene ahora el sorteo del Niño, lo mismo… Y eso que, según cantan las cifras, los conquenses, que nos habíamos gastado este año un 16,50 por ciento más que hace un año en la adquisición lotera, liderábamos el gasto en la región bastante por encima, de media, de ciudarrealeños, albaceteños, toledanos y guadalajareños. Claro que a lo mejor a alguna o alguno de ustedes les dio por usar el AVE y adquirieron un décimo, o varios, de los correspondientes a esas ciento veintinueve series del gordo que se vendieron en esa administración de la zona de la Alta Velocidad de la madrileña estación de Atocha, que también pudiera ser. Si así ha sido pues también nuestra felicitación y a ver si se les ve un detalle. Y felicitación igualmente, claro, para ese grupillo de profesores jubilados de uno de nuestros colegios que acertaron a traerse desde las levantinas tierras su miajilla de suerte. Que a todos ellos y a todos nosotros nos vayan, con premios o sin premios, lo mejor posible estas Navidades que –nuestro lo mismo un tanto prematuro gozo de nuevo en un pozo– esperábamos mejor de lo que al final nos han resultado puestos, como de nuevo estamos, en el filo de la pandémica navaja covidiana por mor del notable aumento de contagios que nos ha echado encima la nueva omicroniana variante del maldito coronavirus y que nos ha de hacer tascar el freno de lo deseado y atarnos, pero que bien apretados, los machos de cuanta mayor prudencia mejor, que, qué duda cabe, por más festivas que nos gustaría que fueran, que nos habría gustado que hubieran podido ser, las ya tan ahí celebraciones navideñas, es tiempo de eso, de extremar la cautela y, aunque estemos hasta los mismísimos de restricciones, de aguantarnos las ganas, echar el freno al todo se puede y, por supuesto, a más de vacunarnos quien aún no lo haya hecho, resignarnos también en exteriores al uso de esa mascarilla que casi, casi pensábamos que íbamos a ir dando de lado y aún nos va a tener que acompañar –y, no lo olvidemos, proteger– un tiempo más prolongado del que estábamos empezando no sé si a pensar o a soñar. Déjenme que también aproveche la ocasión para desearles por adelantado lo mejor de lo mejor para ese próximo 22 que ojalá termine confirmando, aunque sea pasito a pasito, nuestras esperanzas.
