Indispensables felicidades

A veces parece que las cosas funcionan porque sí y que porque sí dejan de funcionar un día.  Imagino que esto forma parte del misterio de la vida.  Quiero decir que, si un árbol cae en el bosque, suena aunque nadie lo oiga.   Quiero decir que el tiempo pasa mientras duermes, aunque no seas consciente de ello, y la vida sigue igual como en una canción de gasolinera.  Quiero decir que el corazón late aunque no te des cuenta; que parece que solo nos damos cuenta de eso, precisamente, si deja de latir.  La sociedad funciona, el mundo gira, por todas esas cosas que no dejan de suceder y que pocas veces percibimos.  Mientras la mayoría cenamos en Nochebuena, habrá gente que seguirá remando: policías, sanitarios, gasolineros, camareros, bomberos…  Mientras la mayoría brindamos por la salud, habrá gente que ofrezca para nuestra salud y bienestar algo más que deseos; trabajo.  Si no pasa nada, como cuando ese corazón sigue latiendo, no nos daremos cuenta, pero estarán ahí, han estado ahí antes y quiero que sigan estando ahí.  Por eso, a pesar de lo que gente como Ayuso piense, quiero dedicarles a ellos, especialmente a ellos, esta columna y mis mejores deseos para estas fiestas.  Feliz Navidad a todos vosotros, los que trabajan en la sombra, los que fueron desposeídos de su capa, y también a los que leen estas letras y a todos los que jamás me han leído, porque, igualmente, forman y han formado parte de esta columna sin que nadie los vea.