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José Ángel García
José Ángel García
07/08/2021

Un esperado regreso

Además de configurarse históricamente junto con el Museo de Arte Abstracto como la otra gran referencia, tanto propia como cara al exterior, de esa Cuenca cultural de la que tanto y tanto hablamos y de la que incluso, con propiedad o sin ella, hasta de vez en cuando nos enorgullecemos, la Semana de Música Religiosa se apresta, con nueva dirección al frente, a afrontar el reto no sólo de su vuelta a la agenda melómana nacional tras los dos años de ausencia motivados por la pandemia de la Covid 19 y su por ello lógico descenso de presencia, sino a la recuperación de la importancia que durante muchos años tuvo en esa escena musical hispana por la combinada baza de la singularidad y especificidad de su oferta y de su aportación a la composición autóctona contemporánea a través de su continuada y excepcional política programática de encargos y primeras audiciones, una política que iba a otorgarle un papel de especial relevancia, no siempre tan reconocida cual sin duda se merecía y merece, en la historia no ya sólo de la música de carácter religioso producida en nuestro país a lo largo del siglo XX –¿cuántas composiciones de tales intención o contenido, aún en sus más amplios y flexibles concepciones, se habrían escrito en la segunda mitad de la pasada centuria en España si no hubieran existido las correspondientes peticiones conquenses– sino de la creación musical contemporánea en general a la que brindó un lugar de encuentro con el público muy de agradecer para quienes, especialmente en los años en que echó a andar, no tenían precisamente demasiados a su alcance. Y si a alguien le pudiera parecer excesivamente tajante la afirmación, no tiene más que repasar la larga lista de estrenos –obras encargo, piezas procedentes del efímero concurso de composición Tomás Luis de Victoria o composiciones que simplemente hallaron en su cita la posibilidad de hacerse oír por vez primera– que jalonan su trayectoria desde aquellas “Sinfonías para el Viernes Santo” de Alberto Blancafort de su primera edición que le dieron principio. Al hacerlo constatará cómo la enumeración de sus autores –de Cristóbal, Ernesto o Rodolfo Halffter a Federico Mompóu, de Oscar Esplá, Joaquín Rodrigo o Xavier Montsalvatge a Carmelo Alonso Bernaola, Tomás Marco o Luis de Pablo, de Antón García Abril, José Luis Turina o  Carlos Galán o Antonio Ruiz Pipó a Carlos Cruz de Castro, Zulema de la Cruz, Pilar Jurado, Eduardo Rincón, Antoni Parera Fons o tantos y tantos otros– sería casi la propia relación de la entera composición contemporánea española, generación a generación, grupo a grupo, individualidad a individualidad. Ojalá la conciencia en los planes y el bolsillo de sus promotores de la necesidad de recuperación para el festival de esa relevancia al combinarse con la habilidad en la gestión y las nuevas ideas tanto organizativas como promocionales que debemos esperar de su nueva dirección consiga que la cita recupere e incluso potencie ya desde esta su convocatoria de regreso esa intención, una convocatoria a más de esperada también –venga, seamos optimistas– ilusionadamente esperanzada.

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