Variedad política

Si hace cuatro años la irrupción de Podemos y de Ciudadanos cambió el panorama electoral, cuestionando un bipartidismo que, no obstante, ha seguido gobernando en la mayoría de comunidades, provincias y localidades españolas, de cara a las elecciones generales del 28 de abril y a las municipales y autonómicas del 26 de mayo las opciones de voto vuelven a dispararse. Así lo constata el auge de Vox, que se presenta a los comicios con más fuerza y oportunidades que nunca. O la irrupción, en el caso de la capital conquense, de una nueva fuerza liderada por el prestigio del conocido médico Isidoro Gómez Cavero, a lo que hay que añadir la falta de acuerdo entre Podemos e IU para presentar una candidatura conjunta.

Se trata de una variedad que en principio es positiva para la democracia, porque los ciudadanos tendrán más opciones entre las que elegir, y algún candidato encontrarán en el que verse más o menos representado. Aunque también es síntoma de la falta de entendimiento entre distintos que lleva ya unos cuantos años padeciendo la política española, la cual ha dado lugar a legislaturas reducidas en el tiempo y a un exceso de elecciones que provoca más hartazgo que ilusión.

Porque una cosa es que los ciudadanos, libremente, se unan para formar nuevos partidos o coaliciones electorales, y otra bien distinta que, si las urnas no les dan el apoyo que anhelan, no estén dispuestos a ceder en sus pretensiones y a pactar con otras fuerzas acuerdos de gobierno, pues si no hay entendimiento entramos en un cuento de nunca acabar, en el que unas elecciones suceden a otras elecciones y aumenta la crispación política y la inestabilidad social y económica.

Lo que España, Castilla-La Mancha y Cuenca necesitan, nos parece, son partidos negociadores, tolerantes, abiertos, dispuestos a sentarse con quienes tienen puntos de vista dispares para tratar de buscar aquellos otros puntos que seguro que tienen en común con el objetivo de poder sacar adelante un proyecto político que pueda redundar en beneficio de los intereses de la ciudadanía. Diálogo y ánimo de entendimiento por el bien no de unas u otras siglas, sino de una población tan diversa como sus representantes pero necesitada de quien tome las riendas de la gestión pública para propiciar un desarrollo del que estamos especialmente necesitados tras una década en la que la despoblación ha ganado por goleada la partida a la prosperidad.

Se trata, en definitiva, de dejar de discutir por el mero hecho de llevarse la contraria unos a otros, de apreciar o despreciar proyectos en función del color político de quien los proponga o de pensar en el rédito electoral a cuatro años vista: miremos, de una vez, por el ahora, o el progreso se marchará, sin que nos demos cuenta, en uno de esos trenes de la Alta Velocidad y, en menos que canta un gallo, ya habrá hecho parada a varios kilómetros de distancia.