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Eduardo Soto
Eduardo Soto
22/06/2018

Ser o no ser

No erró el bardo universal al poner en boca de Hamlet uno de los dilemas vitales mejor planteados de la historia de la literatura. Me atrevería a decir que constituye además la más crucial de las preguntas filosóficas de todos los tiempos, también el intríngulis del mundo de las corredurías de seguros y, por último, para contextualizar temporalmente, el eje central del tan de moda y anhelado aprendizaje del coaching.

A lo largo de este artículo profundizaremos, sin ahogarnos, en la eterna cuestión: Ser o no ser. Para ello les pido que hagan el esfuerzo de transformar a Cuenca en el Castillo de Elsinor y de condensar en Hamlet a todos sus habitantes. ¿Me acompañan? Intentaremos que resulte clarificador, o al menos entretenido, el ejercicio mental.

Willian propone: ¿Es más noble sufrir en el ánimo los tiros y flechazos de la insultante fortuna o alzarse en armas contra un mar de agitaciones y, enfrentándose con ellas acabarlas? Pongamos un ejemplo cercano: ¿Es más noble para Cuenca sufrir en el ánimo la instalación de un cementerio nuclear a 40 km de su almohada o es más artero tratar de obtener información sobre ese cementerio y a ser posible reclamar y luchar para darle fin a esa amenaza?

Empecemos con el último parámetro propuesto. El coaching lo definen algunas escuelas como el arte de hacer (o hacerse, añadiría yo) preguntas para ayudar a otras personas (o a si mismo), bien para que puedan obtener el máximo en su desarrollo profesional, bien para lograr ese crecimiento personal que a veces no se adquiere a pesar de que pasen irreparablemente los años. Fíjense que dicen hacer. Hacer es ser, dicen. Lo contrario sería no hacer, es decir, no ser. Cuando actuamos, para bien o para mal, acertemos o metamos la pata hasta el fondo, sucede algo innegable: ese que actuó somos nosotros. Cuando no actuamos, nos cuesta darnos cuenta y tomar consciencia corpórea de quienes somos en esa realidad que sucede más allá de nuestra caja craneal. Aguantamos, sufrimos, conservamos la esperanza en que algún día la Fortuna nos mirará a la cara.

Cierto es que nadie dispone para este complejo tema de todas las claves que le otorgan la verdad absoluta, pues de otro modo habría sido innecesario el debate. Estas semanas hemos proporcionado al lector muchas preguntas sobre el ATC y hemos añadido unos cuantos datos y referencias que le han permitido emplear diferentes ópticas con las que analizar el problema. Si esto, pasa esto, o si lo otro, pasa otra cosa. Ser, no creer.

Morir, dormir, nada más. ¿Tiene un seguro de vida? Vaya a la letra pequeña. Busque la palabra exclusión, o bien la palabra radiactividad. Fíjese con lupa, porque sale en casi todos, en los contratos caros y en los baratos. Verá que el fallecimiento por radiación nuclear está excluido de los seguros de vida. Esto quiere decir que si usted fallece por accidente del ATC, o su hija se queda estéril, incapaz o inválida a causa de la radiación nuclear o la contaminación radioactiva, ni el asegurado ni sus beneficiarios recibirán indemnización de ninguna clase. Como me dijo uno ayer por la calle: con el ATC vamos camino de nada. Hamlet está convencido de que el infortunio se ha cebado en su persona, su padre ha muerto y sufre de un estado psicológico de claudicación, de frustración, de abatimiento.

Sin embargo, de modo tenebroso, el príncipe de Dinamarca se entera de los torticeros objetivos de su tío, el asesino de su padre. La apatía se convierte en desespero, y el lloriqueo, rompiendo con la tradición literaria hasta el 1603, da paso a una reflexión imponente: ¿Ser o no ser? Los que conocen la obra ya saben que Hamlet elige la acción.

No ser nada y no amar nada es lo mismo. Algunos dicen querer a Cuenca, soñarla; me temo que no es cierto. Es verdad que los políticos no envían muchos mensajes preñados de ilusión: lo que no nos da licencia para ser pesimistas con aquello a lo que amamos. Nunca te dejarías vencer por el desaliento ante la más mínima ferocidad que amenazara a tus hijos. Si piensas en Cuenca como en tu hija, nunca permitirías la entrada a la desesperanza. Aunque se hubiera roto una mano, la derecha, aunque suspendiera química y lengua, y gimnasia, aunque le diagnosticaran leucemia o le rechazaran mil veces de una oferta de empleo, siempre, siempre, mantendrías la convicción de que en algún momento, de alguna manera, tu hija tendría la ocasión, una buena oportunidad, que le permitiría salir adelante. Basta con ser, susurra Shakespeare: el derrotismo es una forma de irresponsabilidad. El intento es lo que nos honra.

El sábado 23 de junio La Fuga convoca a una dramafestación. En el corazón del castillo vamos a ser juntos en un drama, actores contra un mar de agitaciones, protagonistas de un presente que quiere ser partícipe de su futuro. Cuenca dispone de un talento potencial que necesita ser desencadenado de esa rueda de molino que es su beneplácito para con el sacrificio. Muy pronto, está en nuestra mano, va a quedar atrás ese sufrir los tiros y los flechazos, sin acaso llegar a preguntar ni preguntarse ¿ser o no ser?

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