Saber venderse

La condición de Ciudad Patrimonio de la Humanidad que la Unesco le otorgara en diciembre de 1996 es sin duda alguna una de las bazas de mayor importancia y calado que tiene Cuenca cara a su promoción turística, una baza que, al incluirla en tan selecto club, además de otorgarle un continuado sello de distinción le proporciona, sin especiales esfuerzos propios, unas posibilidades publicitarias que en muchas ocasiones incluso le vienen como llovidas del cielo, sin necesidad de esforzarse demasiado y hasta a veces, y no pocas, sin requerir siquiera de un excesivo aporte económico, casi de manera diríamos que prácticamente gratuita o casi gratuita, como, vengámonos a los más cercanas e inmediatas muestras de lo dicho, la repercusión que a nivel mediático le otorgan reuniones como el estos días en ella celebrado congreso de ese colectivo para la accesibilidad turística de las personas con discapacidad, o la impagable plataforma de difusión de sus valores paisajísticos, monumentales y culturales que le regalará la emisión del documental que desde la pasada Semana Santa y estos mismos días ha venido grabando RTVE dentro de la serie dedicada por la televisión pública a las poblaciones de nuestro país distinguidas con tal marchamo. Lo que habría que preguntarse es si los conquenses sabemos luego aprovechar eficientemente esa baza con una acción continuada y bien planificada que mantenga la presencia de nuestra oferta en el escaparate turístico nacional e internacional al tiempo que, por supuesto, mejoramos también no sólo nuestros recursos, que por supuesto, sino una estrategia que junte a la calidad base de nuestras potencialidades –por cierto y aprovechando, a ver cuándo se hace efectiva realidad ese recinto de convenciones de cuya necesidad hace tanto tiempo venimos, unos y otros, hablando– un posicionamiento competitivo, una acción decidida en torno a la fidelización de nuestros visitantes y una mayor personalización de los servicios ofertados con, por ejemplo, la realización de campañas destinadas a nichos estratégicos o el establecimiento de alianzas con quienes comparten nuestros intereses en un planeamiento coordinado de actores públicos, privados e incluso voluntarios, que sepa usar las nuevas tecnologías hoy a nuestra disposición y tenga muy en cuenta, cara a un modelo eficaz, la imprescindible adaptación a las características actuales de un mercado en el que, efectivamente son presencia creciente los viejas motivados por naturaleza y cultura, pero que requiere la atención específica a unos destinatarios que, según dicen los expertos en estos temas, requieren más y mejor información que nunca, tienen un más amplio y vario abanico de motivaciones y exigen una atención lo más personalizada posible. Ese decir, aprovechemos y mejoremos nuestro producto, que ahí aún nos queda, pero, al tiempo, sepamos, también, venderlo.