No todo vale
Durante todo el año, en conversaciones de barra de bar y en los discursos de los distintos partidos políticos que aspiran a gobernar, escuchamos críticas, en ocasiones desmesuradas, contra quienes nos gobiernan, que según no pocos lo hacen todo mal y hasta rematadamente mal. Unas críticas que como también suele ser habitual, han empezado a agudizarse en estos días previos a las elecciones generales, municipales y autonómicas. Y nadie sale bien parado: ni el gobierno de Pedro Sánchez, ni el de Emiliano García-Page, ni el de Benjamín Prieto, ni el de Ángel Mariscal. Los críticos vienen a decir que no han hecho prácticamente nada bueno por Cuenca y son además los culpables de su despoblación y retraso económico, de su falta de oportunidades laborales, de su marginación en una ubicación tan supuestamente estratégica, a medio camino entre dos de las grandes ciudades del país que son Madrid y Valencia.
Se trata de un denostar todo lo hecho -para ellos deshecho- no ya solo en estos cuatro años, sino en las cuatro décadas que llevamos de democracia, en el que sobre todo inciden partidos de reciente creación como Podemos, Ciudadanos y Vox, lo mismo que en el caso de la capital ocurre con esa plataforma de electores encabezada por Isidoro Gómez Cavero.
En su derecho están, desde luego, de expresarse libremente, pero el problema está en que muchos de estos discursos están llenos de medias verdades y hasta de falsedades, con el único propósito de aprovecharse de cierto malestar ciudadano -que siempre ha existido pero se percibe sobre todo desde los años de la crisis económica- para ganarse en las urnas el voto de su cabreo.
Así, muchos de estos partidos parten de la premisa, que dan por sentada en sus discursos, de que Cuenca es la gran olvidada de Castilla-La Mancha. Pero se trata de una exageración que falta a la verdad por mucho que nuestra provincia se encuentre ahora mismo en una situación poco boyante. En esta legislatura, sin ir más lejos, se han reiniciado las obras del hospital, se han podido ver dos grandes exposiciones (las de Ai Weiwei y Bill Viola, además de otra dedicada al valenciano Joaquín Sorolla) que han atraído miles de turistas, se ha intentando mejorar el acceso al Casco Antiguo con un ascensor y se han reforzado las contrataciones en sectores clave como la educación y la sanidad. Que muchos ciudadanos quieran más, es totalmente entendible. Pero de ahí a que Cuenca no cuente para Castilla-La Mancha cuando, además, de Cuenca son, entre otros, el vicepresidente primero, el viceconsejero de Cultura o el director general del Agua, hay un buen trecho.
Habría que ver, además, qué harían esos otros partidos en el caso de gobernar. O qué es lo que pretende hacer esa agrupación liderada por Gómez Cavero que en su presentación ante los medios insistió en la idea de negociar mejoras para Cuenca con el próximo gobierno de Castilla-La Mancha pero sin revelar ni una sola medida concreta que pueda ser beneficiosa para Cuenca. Decir que se quiere generar empleo y evitar que la gente se vaya es fácil, lo complicado es encontrar el modo de lograrlo. Y una cosa es presentarse a unas elecciones y otra tener claro qué modelo de ciudad se quiere conseguir, porque nos jugamos mucho si queremos que Cuenca mejore urbanísticamente, Carretería tenga de una vez un pavimento moderno o mejore la accesibilidad al Casco Antiguo.
Conviene, así, no dejarse llevar fácilmente por esos discursos de aspirantes a gobernar nuestro país, nuestra región, nuestra provincia, nuestros pueblos, que apelan a las pasiones y a la exaltación y para quienes todo vale, incluso la mentira, pero de cuya estrategia para que Cuenca progrese bien poco sabemos.
