Más sanidad
La legislatura encara su recta final y, aunque probablemente siempre se pueda hacer más por el desarrollo de Cuenca y de Castilla-La Mancha, al menos en un sector tan fundamental como la sanidad parece evidente que estamos bastante mejor que hace cuatro años.
De aquellos tiempos en los que se suprimían nefrólogos de guardia, se cerraban puntos de atención continuada en una veintena de localidades y plantas enteras de hospital, se enviaban pacientes a Madrid, se paralizaban obras y se condenaba al Virgen de la Luz a una pérdida incesante de tarjetas sanitarias, hemos pasado a una gestión, la del gobierno liderado por Emiliano García-Page, que dentro de las limitaciones ha dado un impulso a la atención pública reforzando en lo posible las plantillas, mejorando la tecnología con aparatos como el TAC de Tarancón o la hemodinámica que por fin parece que está a punto de llegar a la capital, recuperando servicios y centros como el de San Fernando o retomando las obras del nuevo hospital.
Fruto de este cambio de gestión, las listas de espera del hospital, que antes se ocultaban, se han reducido de forma considerable, pasando de 4.771 a 3.025 las personas en esta situación, y siendo muy significativo, al alcanzar el 75 por ciento, el descenso en las listas para pruebas de técnicas diagnósticas.
Se trata de una mejora que ha llegado también a la Atención Primaria, donde, según los datos facilitados por el consejero de Sanidad, Jesús Fernández Sanz, desde junio de 2015 a esta parte se han realizado actuaciones en más de una veintena de los 31 centros de salud existentes en Cuenca.
Es verdad que las grandes distancias existentes en nuestra provincia, el despoblamiento del medio rural, el envejecimiento de la población o la falta de especialistas hacen costoso el esfuerzo por garantizar una sanidad de calidad en cada rincón, pero todo ciudadano se merece la misma cobertura. Y aunque siempre va a haber más servicios en los términos urbanos de mayor población, el resto de la provincia se merece una atención que esté operativa las 24 horas y lo más cercana posible a su residencia. Un camino en el que hay que seguir profundizando porque está en juego tanto la vida de personas como el futuro de tantos y tantos pueblos semidespoblados en riesgo de desaparecer.
