Juego de despropósitos

Omnipresente en la agenda política e informativa del país, la cuestión catalana –que, por cierto y por cuanto más de cerca nos atañe, se coló incluso en las intervenciones del propio Rey y del presidente de la Comunidad García -Page en el acto de entrega de los Premios Nacionales del ministerio de Educación, Cultura y Deporte que con el bello marco de la catedral, la singular belleza del Arco de Jamete como espléndido repostero del acto, volvió a colocar a nuestra capital en el escaparate de la actualidad nacional– sigue ofertándonos cada día, por casi todos los actores implicados, un verdadero juego de despropósitos. Porque  si vaya si no lo es –despropósito digo– por citar algunos de los más recientes ejemplos, el que la señora Forcadell, doña Carme, presidenta del Parlament, tras su actuación en la sesión en que la cámara catalana aprobó la controvertida ley del referendum hable de coacciones a la libertad de expresión, tampoco le anda lejos la a más de discutible tan inoportuna decisión del juez José Yusty de suspender, a instancias del grupo del PP en el Ayuntamiento de Madrid, el acto que el colectivo Madrileños por el Derecho a Decidir tenía previsto celebrar en el complejo municipal de Matadero, otorgando así regalada oportunidad a la política independentista para –por sobre su propia incoherencia personal– insistir en sus afirmaciones. Despropósitos que no son sino demostraciones puntuales de la errónea deriva toda de un proceso que nunca se encauzó –habría que preguntarse por qué no se pudo o quizá, peor, por qué no se quiso encauzar por los senderos del debate (ya saben, eso del diálogo que tanto les llena la boca a unos y otros) – y de la acción política, un debate que desde luego a estas alturas ya se muestra como imposible, que bien difícil es pensar en arreglo milagroso alguno  a modo de los que sí parecen, toma ya, quién nos lo iba a decir, saltar de repente estos mismos días por las estadounidenses latitudes donde hasta el cerril y empecinado mister Trump ha venido a sorprender a propios y extraños,  sobre todo en este caso a propios, diciendo a sus más o menos republicanos correligionarios ahí os las tengáis, y acordando medidas con sus rivales demócratas. A ver si va a resultar que hasta el cazurro de la Casa Blanca nos va  a salir más inteligente que nuestros benditos políticos.