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Orión
Orión
21/03/2018

Ejemplares

Hace unas semanas escuchábamos a un tertuliano recitar un brevísimo texto con la convicción del que cree estar diciendo una de las verdades del barquero, “educándose para el perdón // halló la libertad”. Eso dijo y luego guardó silencio como invitándonos a reflexionar.

Suponemos que muchos de los oyentes se quedarían perplejos e imaginamos que a no pocos, aquello les pareció una ocurrencia, un hallazgo fortuito, inexplicable e inaplicable.

Pero han tenido que ocurrir unos terribles sucesos para que aquellas palabras cobraran de pronto para nosotros sentido y quizás coherencia.

Los sucesos son de todos conocidos. Un niño desaparecido y muerto de modo alevoso, el dolor de sus padres irreprimible, la solidaridad de miles de voluntarios que lo buscan sin éxito, la eficiencia de los cuerpos de seguridad en todo el proceso, el consuelo prestado a la familia por una comunidad de sufrientes que se desboca en cada acto, la ( para nosotros) impúdica exhibición de dos miembros del Gobierno de España y el dolor de los padres. “El llanto de la madre por el hijo robado, el grito del Universo herido” que alguien ha escrito.

No sabemos si Patricia, la madre de Gabriel, el niño muerto, se educó para el perdón. No sabemos qué sentimientos pulsan en su pecho (si es que le queda pecho que no inunde como un fluido espeso el dolor que lo ocupa), no sabemos qué opina sobre las penas que deben sufrir los delincuentes. Pero sí sabemos lo que ha dicho, lo que nos ha recomendado como una humilde lección, lo que nos pidió a todos momentos después de despedirse del cadáver de Gabriel. No dejéis en vuestros corazones lugar para la ira, quiso decirnos.

Y eso es mucho. Casi todo, en un mundo en el que lo que importa, lo que se convierte en mensaje viral, lo que se contagia, no es la reflexión que sirve de soporte a una idea, es, sobre todo, aquello que se expresa. La imagen que se sitúa por encima incluso de los hechos.

Y, a día de hoy, Patricia parece ser la persona más libre de la Tierra. Precisamente porque habiendo roto las cadenas del odio, del deseo de venganza ciega, poniendo su confianza en la justicia, sabiéndose querida y admirada, es libre para buscar consuelo, libre para soñar la vida acunando el recuerdo de un hijo del que sólo podrá gozar convocando sus sueños, evocando su risa. Libre para que elegir amar sin dictadura alguna que el odio procura.

Decididamente, necesitamos más ejemplos. Mayores y mejores conductas ejemplares que las que a menudo padecemos.

Queda dicho.

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