Cuenca Matea

Aunque esta vez la Feria y Fiestas de San Julián se adelantó unos días en el tiempo, parece que fue ayer cuando se celebró y la noria daba vueltas y más vueltas en el recinto ferial. Y, tras la muy participativa novena edición de Cuenca Histórica ya estamos, nuevamente, a las puertas de una nueva festividad, las tan populares fiestas de San Mateo que los jóvenes y no tan jóvenes tanto ansían y que tan propicias resultan para el reencuentro y la amistad.

Por el bien de todos, eso sí, hay que conseguir que las fiestas afecten lo menos posible a los vecinos del Casco Antiguo, tan saturados de actividades por mucho que algunos de ellos también sean partícipes de ellas. Que se cumpla la ordenanza que impide la venta y el consumo de alcohol a los menores, que no haya menores dentro del circuito de las vaquillas y, sobre todo, que no haya ninguna agresión sexista. Como dice el lema de la campaña del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha: ‘Sin un sí, ¡es no!’ Y el respeto al otro es lo primero que debe imperar en nuestra sociedad.

Por mucho que siga extendido el dicho ese de que en Cuenca no se hace nada, la actualidad nos dice que se organizan actividades de sobra. Otra cosa es que haya eventos no aptos para todos los públicos o que puedan resultar un tanto repetitivos, con apenas cambios en la programación de un año a otro, y, quizá, demasiado volcados en las tradiciones y muy poco abiertos a innovaciones y sorpresas. En el caso de San Mateo o del reciente Congreso de Toro de Cuerda, el hecho de soltar vaquillas enmaromadas por las calles seguirá teniendo además sus detractores por mucho que no haya sacrificio animal.

Algo de aire fresco llegará, eso sí, en el otoño, con la anunciada exposición del videoartista neoyorquino Bill Viola. La mejor manera posible de empezar esa nueva estación. Aunque ojalá hubiera presupuesto suficiente para que esta apuesta por la cultura del Gobierno regional se concretara en al menos una gran exposición al año, porque ya van a hacer dos de la clausura de la de Ai Wei-Wei. Y dos años es tiempo. Sobre todo en una ciudad como Cuenca, donde, como hemos dicho, se hacen cosas, sí, pero casi siempre las mismas: falta echarle un poco más de imaginación y abrir las ventanas.