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Orión
Orión
22/11/2018

Convulsiones

Hace unas semanas anunciábamos nuestra intención de hablar del Supremo “si es que para entonces continúa en pie y no se lo han tragado las termitas”, decíamos textualmente.

Hoy hablaremos porque el Tribunal sigue en pie a pesar de que la tormenta que se abatió sobre él fue de las que no se recuerdan.

Mucho tendrán que esforzarse sus componentes (¿por qué no has puesto sus trabajadores? Me increpa con furia Evencio. ¿O acaso no deberíamos acostumbrarlos a que fueran considerados como cualquier otro servidor público? Vale, repuse, otra vez será) para recomponer su imagen. Y no se avecinan tiempos calmados sino muy convulsos. Seguirá estando el TS en el ojo del huracán.

Y más les vale a sus señorías tomar clases con entrenadores (ahora se llaman coachs, me apunta Adán) versados en el arte de enseñar a soportar presiones, críticas y la técnica de escurrir el bulto practicando inteligentes silencios para hacer que recuperemos la confianza en ellos y en las bondades de su trabajo.

Pero cuentan con un hándicap importante. A diferencia de los políticos y de otros actores de la vida pública, no están habituados a ser criticados con dureza. De hecho, hasta hace pocos años existía el delito de desacato aplicado al ejercicio de la crítica dirigida a los tribunales. Evencio nos recordaba el caso de Pedro Pacheco, hoy ex alcalde de Jerez y que fue condenado por ese delito al decir que la Justicia era un “cachondeo”.

Estos días, en que las críticas han arreciado, hemos podido oír expresiones que demuestran la falta de cintura de algunos magistrados. Se ha dicho, refiriéndose a los comentarios realizados por el presidente del Gobierno de España, que sólo le había faltado mandarlos a la hoguera. Fuerte, muy fuerte.

Como fuerte también fue el modo con que el señor presidente del TS pretendió quitarse el muerto de encima alegando que los políticos deberían hacer leyes que no precisaran de interpretación. De ese modo nadie podría confundirse.

A este respecto debemos apuntar dos cuestiones.

1ª.- Si ese comentario se formuló a modo de consejo hay que ponderar la celeridad con la que fue aceptado por el presidente del Gobierno: al día siguiente aprobó una norma de interpretación única. Pagan los bancos como ya había aprobado una sección de la sala tercera del propio TS.

2ª.- Si las leyes no requieren de interpretación sobran los tribunales que tienen como misión adaptar a los hechos concretos preceptos generales interpretando los textos. Deberían ser leyes quilométricas que dieran solución a una casuística igualmente interminable.

Bastarían filólogos que explicaran el contenido semántico preciso del que el legislador quiso dotar a los términos en que estuvieran redactadas.

¿Y el jefe de la oposición que aportación ha hecho al debate?

El líder del PP propuso que se eliminara el tributo objeto del litigio. Ya saben: no hay rabia sin perro. Tampoco Estado sin impuestos. Y puesto que este es un impuesto trasferido a las Autonomías su supresión generaría un déficit de financiación a las instituciones que tienen el mayor número de competencias que son más próximas a la vida diaria de las personas. La bronca cambiaría de escenario.

-A lo mejor Casado necesita cambiar de coach, rezongó Adán.

-Ofrécete, contestó Evencio.

-¿Y si me graban? Preguntó Adán.

En este punto levanté la reunión y pagué el café.

Queda dicho.

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