Ascensores al progreso

Cuenca es, por tradición, una ciudad reacia a los cambios, por muy innovadores que sean los proyectos planteados y vengan avalados por el éxito allí donde se han implantado.

Ocurrió con la peatonalización del centro. Fueron necesarios cerca de 20 años de estudios, reuniones, debates, para que un equipo de gobierno decidiera, haciendo caso a la lógica, cerrar al tráfico Carretería. Y todavía hoy, más de cinco años después, aquella decisión sigue siendo criticada por ciertos sectores, que da la impresión de que o no han viajado mucho o lo han hecho con los ojos cerrados.

Ahí está también el caso del festival de cine Mujeres en Dirección: tras veinte años de Semana de Cine Español, Cuenca se sumó a la moda de contar con un festival con entidad propia que atrajo a las cineastas más importantes de nuestro país y del que se hicieron eco prestigiosos medios para que, seis ediciones después, algunos de nuestros políticos lo dejaran caer como si la repercusión económica, mediática y cultural no hubiera merecido la pena. Y ahora a volver a la Semana de Cine.

O el de la Feria Regional del Libro, que tras diez años de atraer a un público de todas las edades hasta La Hípica nos dijo adiós, sin que apenas se escucharan voces de protesta -ni siquiera por parte del mundo de la cultura- para hacernos retroceder más de una década en el tiempo a una feria local en plena calle con las correspondientes inclemencias climatológicas, de tráfico y de arena que ello conlleva.

Y ahora, voces probablemente similares, si no las mismas, cuestionan la idoneidad de que se instalen ascensores para mejorar el complicadísimo acceso al Casco Antiguo. Es verdad que la propuesta planteada por Cuenca (In), que incluye cuatro ascensores a lo largo de la muralla, puede ser mejorable, y que realmente sería preferible empezar eligiendo una única ruta para, a través de ascensores o remontes o una combinación de ambos, comunicar la parte baja de la ciudad con, al menos, la Plaza Mayor. Porque, según han advertido los propios vecinos, un ascensor a la Audiencia Provincial se queda corto y el propuesto en el entorno de los antiguos hocinos demasiado a desmano.

Pero que alguna infraestructura de este tipo es necesaria es evidente. Cuentan con ellas, de hecho, cualquier ciudad que se precie o que, simplemente, quiera facilitar la movilidad de sus vecinos a sus calles más empinadas. Ahí están las dos escaleras mecánicas de Toledo o los ascensores a los cascos históricos de Vitoria, Gironella (Barcelona) u Hondarribia (Gipuzkoa). Infraestructuras que incluso se pueden encontrar en barrios de poblaciones nada turísticas. Uno de los ejemplos más recientes está en Errenteria (Gipuzkoa), donde con una inversión de en torno a 1,6 millones de euros llevan desde hace un par de meses conectados, a través de dos ascensores, dos barrios obreros de las afueras hasta ahora separados por una elevadísima cuesta.

¿Qué en Cuenca estas instalaciones deben estudiarse con mayor detenimiento por tratarse de una ciudad Patrimonio de la Humanidad? Por supuesto. Pero también Toledo es una Ciudad Patrimonio y tiene dos remontes. ¿Qué el coste puede ser importante? También. Pero, analizando el mercado, entendemos que, si no por los 5 millones de euros apuntados, según las primeras estimaciones, por el vicepresidente primero de la Junta, al menos por en torno a siete u ocho millones (lo que e costó el Bosque de Acero) algún tipo de conexión mecánica podría realizarse.

Contamos, además, con el compromiso del Gobierno regional de hacerse cargo del 80 por ciento de su coste. Y que luego vaya a ver que afrontar su mantenimiento no puede ser excusa: también los autobuses cuestan un dinero. Si, además de facilitar la movilidad a los vecinos, los ascensores contribuyen a animar a la gente a visitar Cuenca, habrá que hablar no tanto de gasto como de inversión.

Se trata, en definitiva, de ser, no valientes (simplemente se trata de hacer lo que tantas administraciones han hecho con éxito en otras partes), sino de apostar por que Cuenca progrese, se desarrolle, convirtiéndose en una ciudad más accesible y moderna, en la que nuestro patrimonio histórico no esté reñido con el futuro.