Los ascensores y el alcalde

Desde el mismo inicio de la legislatura el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, se marcó como uno de sus grandes retos el dotar a Cuenca de un ascensor o remonte mecánico de acceso al Casco Antiguo con el fin de potenciar el turismo, una infraestructura con la que ya cuenta, por partida doble, Toledo, como Cuenca Ciudad Patrimonio de la Humanidad pero que prácticamente triplica a Cuenca en número de visitantes.

Se trata de un proyecto que el Gobierno regional se ha comprometido a financiar en un 80 por ciento, sugiriendo que el 20 por ciento restante se cubra con fondos del Consorcio Ciudad de Cuenca, y por el que ha iniciado un proceso para buscar la mejor alternativa de acceso posible en colaboración con el grupo de arquitectos Cuenca (In).

Pero, sorprendentemente, el Gobierno regional se ha encontrado, casi desde el primer momento, con las reticencias del Ayuntamiento, que es quien tiene la competencia en urbanismo.

Por su negativa a un recurso que sin duda mejoraría notablemente la accesibilidad a nuestra parte más emblemática de la ciudad, da la impresión de que el alcalde, Ángel Mariscal, quiere evitar que otra administración, además de color político distinto, lidere un proyecto de gran envergadura que podría marcar un antes y un después, como si eso le fuera a hacer perder protagonismo o pasarle factura en las urnas, pues de hecho él mismo ha dicho esta semana, dándole la vuelta a la tortilla, que lo que busca el vicepresidente primero de la Junta, José Luis Martínez Guijarro, es que los ascensores “le llevan aquí al Ayuntamiento: lo único que le mueve”.

Para argumentar su postura, Mariscal insiste en que son muchas las posibilidades existentes para mejorar la conexión con el Casco, y que la de los ascensores se encuentra además a la cola de las propuestas elaboradas por los técnicos municipales dentro del Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS). “Las últimas de las últimas”, subraya.

Incluso, ha llegado a dar a entender que los ascensores son algo del pasado y que el siglo XXI permite otros planteamientos como autobuses eléctricos y, si no lo han leído aquí lo recogemos, “coches que te dejan en tu casa y casi se pueden ir a aparcar solos a un parking”. De lo que ya parece que no habla es de aquel proyecto de túneles subterráneos para comunicar la plaza de España con la Plaza Mayor, una propuesta que, si ahora advierte de lo costoso que sería “horadar una muralla” para instalar un ascensor, pues imagínense.

Sin embargo, si hay una medida sencilla para mejorar la conexión con la zona alta que precisamente el primer edil ha obviado es el refuerzo de los autobuses. Incluso, lo que ha hecho ha sido recortarlos al suprimir la subida de la línea 1 al barrio del Castillo.

A nuestro entender, los ascensores, remontes o escaleras mecánicas, lo mismo da, serían la mejor solución para mejorar el acceso al Casco tanto hace veinte años como ahora y en los veinte años siguientes. Se han construido y se siguen construyendo en multitud de ciudades españolas y de fuera de nuestro país y cualquiera que haya probado alguno de ellos (el alcalde parece ser que no) habrá comprobado lo prácticos, rápidos y cómodos que resultan. ¿Qué su mantenimiento tiene un coste? Pues lógicamente lo tendrán. Pero como todo en esta vida y en este caso sí que hablamos de algo necesario dada la orografía de nuestro Casco Antiguo.

Ciertamente, perder la oportunidad de que dispone ahora mismo la ciudad de acceder a la mayor parte del dinero que costaría el ascensor denominado Zóbel sería imperdonable. Pero mucho nos tememos que vaya a suceder. Y que seguiremos anclados en el siglo XIX en cuanto a accesibilidad. Es decir, justo lo contrario que Toledo.