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Francisco Martínez Arroyo
Francisco Martínez Arroyo
12/08/2018

Agua: Soluciones, No problemas

Venimos de días complicados. Una vez más parece que el agua no da soluciones y sí problemas. Sin embargo, yo quiero hoy, en esta pequeña reflexión, darle la vuelta a este razonamiento y corregir esa realidad. Ese es mi modesto -o ambicioso, según se mire- objetivo.

El Ministerio para la Transición Ecológica, acaba de aprobar un nuevo trasvase de agua de los embalses de Entrepeñas y Buendía, en la cabecera del Tajo, al Segura. Es el correspondiente al mes de agosto y supondrán 20 hectómetros cúbicos de agua, que se destinarán a regadíos y a consumo humano en el Levante español.

Los embalses están en un nivel crítico, como lo están casi siempre, desde que en los años 70 empezó a funcionar esta infraestructura planificada durante la dictadura franquista. Eran tiempos distintos. Entonces, no se consultaba a nadie -y menos a los más desfavorecidos -en esta acepción, no solo aquellos con menos recursos, sino también “aquellos en tierra de nadie, en pueblos abandonados secularmente por el poder”, como detalla Sergio del Molino, en su ensayo, La España Vacía, para los cuales nunca trabajan las dictaduras. Por supuesto, no existían las Comunidades Autónomas claves en la Constitución Española y que han igualado en la acepción más progresista de este término, esencial en las democracias avanzadas. No solo a los diferentes territorios, sino sobre todo, al conjunto de los ciudadanos.

Las decisiones no se sometían al escrutinio electoral, no había que justificarlas y respondían casi siempre a intereses no democráticos. Así era en todos los casos -recordemos que España era una dictadura-, no solo con la construcción de una infraestructura como el trasvase Tajo-Segura.

Finalmente, y por no ser en exceso exhaustivo en esta reflexión que tiene la urgencia de la actualidad, nada tienen que ver las realidades climática y agronómica de hoy con la España de entonces. Recuerden aquello del Levante y el sureste español como “la huerta de Europa” y compárenlo con la España de ahora, cuando es posible alcanzar rendimientos iguales o mayores a los del Levante en el interior de la península. En ambos casos -diferencias temporales y territoriales-, el elemento limitante -el único en la práctica- es el agua.

 

Vaya por delante, en este punto, mi respeto -y comprensión- sobre las reivindicaciones de los gobernantes y regantes del Levante y mi deseo de no generar batallas regionales entre unos y otros sino cooperación y diálogo, pero: hoy, esta infraestructura no se hubiera construido. Por cuatro razones fundamentales:

–Primero, porque vivimos en una democracia y hay que responder ante los ciudadanos de las decisiones políticas y del uso eficiente de los recursos públicos.

–Segundo, porque hay Comunidades Autónomas que defienden el interés, legítimamente, de cada territorio, y con las cuales hay que contar en la toma de decisiones. En este sentido, es difícil imaginar a Castilla-La Mancha defendiendo una obra de estas características, a menos que formara parte de una verdadera planificación hidrológica basada en trasvases entre cuencas en nuestro país, que hoy nadie defiende.

–Tercero, porque España forma parte de la Unión Europea y tiene que cumplir la Directiva Marco del Agua, -¿la estamos cumpliendo?- que dictamina claramente la “prioridad de la cuenca cedente” y la garantía de “caudales ecológicos” mínimos en las diferentes cuencas, por citar dos aspectos clave.

Y, finalmente, porque es posible alcanzar producciones similares -o superiores- en zonas más cercanas a allí donde se encuentra el agua.

 

El caso es que la obra está hecha y puede utilizarse -con escasa eficiencia hídrica debido a las pérdidas de agua en su recorrido- y también con poca eficiencia económica como puede deducirse de algunos de los razonamientos aquí ya mencionados. También lo están las desaladoras construidas durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que, aunque no al 100 % de su capacidad en muchos casos, suponen ya un aporte importantísimo de agua al Levante que, con las tecnologías actuales y la escasa distancia al lugar de consumo, son claramente más eficientes que el trasvase.

 

NADIE NOS PUEDE DAR LECCIONES DE SOLIDARIDAD

Existe consenso en garantizar el consumo humano. Es el principio básico de la solidaridad en materia de agua en nuestro país y nadie lo cuestiona. Desde Castilla-La Mancha lo tenemos muy claro. Llevamos décadas siendo solidarios y nunca se ha cuestionado el trasvase de agua para garantizar el consumo de boca.

Ahora bien, cuando hablamos de agua para regadío, la defensa de los intereses de los agricultores de nuestra región nos obliga a pedir que ese agua se pueda utilizar aquí. Es siempre bueno recordar que en el Alto Tajo, en la provincia de Guadalajara, solo el 6% de la superficie agrícola útil -SAU- se riega, el 13% en Castilla-La Mancha; frente al 40% en el Levante. Si el agua se quedara en Castilla-La Mancha su uso seria más eficiente -rendimientos similares y menos distancia del lugar donde se genera-. Y también es nuestra obligación -y la del Ministerio para la Transición Ecológica y la Comisón Europea- garantizar el cumplimiento de la Directiva Marco ya mencionada, y de la protección del medio ambiente.

 

EL SENTIDO COMÚN

Un elemento que debemos siempre considerar al tomar decisiones políticas -la planificación hidrológica o la política de trasvases lo son -aunque deban apoyarse en criterios técnicos independientes- es también el sentido común.

 

Respondamos a algunas preguntas. ¿Es más lógico que el agua se utilice para generar desarrollo económico, cerca o lejos de donde se origina? ¿Es prioritario garantizar los mínimos en cuanto a caudales ecológicos o medio ambiente en la cuenca donde está el agua, o trasladarla a otro lugar para, cuando no se constatan esos mínimos en la cuenca cedente, utilizarla para regar? ¿Es lógico que la región de la que procede el agua no participe en la toma decisiones -ni los regantes de la misma- y sí lo hagan los usuarios de la cuenca receptora? ¿Puede entenderse que al mismo tiempo que se aprueba un trasvase, municipios ribereños de Entrepeñas y Buendía se abastezcan con camiones cisterna? Son solo algunas preguntas. Al lector dejo las respuestas.

 

Y la política, sí, la política. Es la hora de la política. Tan importante. De poner en práctica las formas distintas de hacer y pensar la política.

El reciente cambio de Gobierno en nuestro país nos hizo albergar muchas expectativas positivas en este sentido. No ya porque entendíamos que iba a haber coincidencia en el enfoque ambiental para decidir sobre esta cuestión tan importante. Sino también porque el agua debe considerarse como un bien público -de todos, es decir, de nadie de forma privativa-, con el que no se debe mercadear, debe servir para generar riqueza y redistribuirla, ayudando a muchos a salir adelante, a ser más competitivos, a generar empleo de calidad y a evitar el despoblamiento.

Esto es política. La política de decidir -y ser capaces de explicar la decisión- a todos, los que se sienten beneficiados y a los que se sienten perjudicados, por la decisión tomada. La de verdad, la que siempre supone riesgos, pero que marca las diferencias entre las distintas opciones políticas.

Soy consciente de que no es nada fácil, pero esa es la audacia que debemos pedir a quienes toman las decisiones en materia de agua. Estoy seguro de que hay esperanzas todavía. No perdamos la ilusión, gracias a la cual podemos avanzar.

 

 

Seguro que desde el Ministerio para la Transición Ecológica, se ponen en marcha al 100% las desaladoras -que garantizarán al Levante mucha más agua, y de forma constante y sin disputas, que la que aporta el trasvase en estos momentos- se recurre al trasvase solo de forma extraordinaria, y no ordinaria como hasta ahora -como dijo la propia Ministra-, y en todo caso para consumo humano, se vigila el cumplimiento del caudal ecológico del río Tajo a su paso por Aranjuez o Toledo por ejemplo, y se cuenta con las Comunidades Autónomas en la toma de decisiones en materia de agua.

 

REIVINDICAR LA IGUALDAD

Quiero acabar volviendo a un término que utilicé al inicio, “igualdad”. Nada hay más importante que esto. Para mi forma de entender la política y la sociedad compleja en la que vivimos, lo más preciado y a lo que deben orientarse todas nuestras decisiones, es la igualdad. Entre todos los ciudadanos, sean como sean, con independencia del sexo, la raza, la orientación política o la religión, pero también, vivan donde vivan.

 

A nadie se le escapa que políticas de épocas pasadas primaron un modelo de desarrollo basado en la costa, abandonando a su suerte un vasto territorio, la España interior. La que se quedó vacía. El agua también contribuyó a ese modelo y fueron muchos los que, con el agua, abandonaron su tierra y se marcharon a la costa en la búsqueda de un futuro mejor. Y no queremos que esto vuelva a suceder.

La dignidad de las gentes de nuestros pueblos, su calidad de vida y sus esperanzas de futuro, están depositadas en el acceso al agua. No podemos defraudarles.

Hoy, el agua puede ser la solución, ¡sí!

 

 

 

 

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