Adiós a los símbolos franquistas de la Catedral

Parecía que nunca se iba a producir, porque en diciembre se cumplirá ya el undécimo aniversario de la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica y, pese a un buen número de requerimientos, tanto por parte del pleno del Ayuntamiento como del colectivo Ciudadanos por la República, el Obispado, con el respaldo del Grupo Popular, seguía de brazos cruzados, dando la impresión de no tener intención alguna de ponerse manos a la obra. Pero, por fin, la pasada semana, unos operarios retiraron los símbolos franquistas ubicados en un lateral de la Catedral: el yugo y las flechas y el nombre de José Antonio Primero de Rivera; la cruz que los acompañaba se mantiene al ser un símbolo exclusivamente religioso.

Una sentencia del Juzgado Contencioso-Administrativo nº 1 de Cuenca, dictada en septiembre del pasado año, que consideraba ajustadas las resoluciones adoptadas en los plenos del Ayuntamiento para instar al Obispado a retirar los símbolos con sus propios medios, parece estar detrás de este desenlace. Pero no hay que olvidar que el Obispado llegó a impugnar una resolución del pleno que pedía la retirada de los citados símbolos exhibidos en la vía pública. Así que no se ha dejado convencer fácilmente.

Por tanto, aunque hay que celebrar que por fin se produzca esta retirada, a su vez no podemos sino lamentar que haya tenido que pasar tanto tiempo para que se produzca y que tanto desde el Obispado como desde el PP hayan puesto tantas y tantas trabas.

No hay que olvidar que ya en la anterior legislatura el pleno aprobó una moción en esta dirección y que tanto durante aquellos cuatro años como durante el actual mandato de Ángel Mariscal se han escuchado a concejales elegidos democráticamente, todos ellos del PP, frivolizar con esta demanda encabezada por PSOE e IU y a la que también se ha sumado Ciudadanos, y que fuera del pleno era muy reivindicada por el colectivo Ciudadanos por la República.

Para lo ocurrido en los últimos años en el Ayuntamiento también conviene tener memoria, y recordar por ejemplo que Pedro J. García Hidalgo llegó a considerar durante la pasada legislatura que era “totalmente lamentable” que el entonces alcalde de Cuenca, el socialista Juan Ávila, dedicara su tiempo a “sandeces” por pretender que se retiraran estos símbolos. Se preguntaba, también, cómo se iban a eliminar. “¿Se va con una brocha y se le pega un brochazo?”, decía. Aunque el trabajo se ha llevado a cabo esta semana en poco más de 24 horas. Muy laborioso no ha debido ser.

Ya en la presente legislatura, Carlos Navarro llegó incluso a negar que los símbolos tengan un “componente político”. “Lo tuvo allá por el año 36, hace ahora 80 años (…) pero eso se pierde y pasa a ser recuerdo (…) y lo que queda claro es que el componente de exaltación ha desaparecido (…) Una cruz latina con el nombre de un señor asesinado hace 80 años no supone exaltación de nada a la gran mayoría de los españoles (…) Lo que queda es una especie de monumento que sirve para que las generaciones presentes y futuras sepan de su historia tal y como ocurrió. Ustedes lo que quieren es manipularla con una ley, lo cual es peligrosísimo y nos pone los pelos de punta a los verdaderos demócratas”, apuntó.

Tras tan intensos debates, por fin la cordura se ha impuesto y Cuenca deja de tener a la vista de todos y en una de sus zonas más concurridas, declarada Patrimonio de la Humanidad, unos símbolos que, además de la exaltación que muchos pudieran ver en ellas del alzamiento nacional, tras cuatro décadas de democracia y monarquía parlamentaria no nos parece de sentido común que continuaran ahí, a la vista de todos, tanto de conquenses como de los cientos y miles de turistas que nos visitan. Nada aportaban sino controversia y rabia y dolor en los familiares de tantas víctimas de la guerra y sus consecuencias.