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"Me gusta provocar sorpresa, desconcierto y, luego, reflexión"

Miguel B. Ortega se sirve de objetos viejos para dar forma a las obras que reúne en ‘La factoría étnica’, una exposición que podrá verse en Motilla del Palancar hasta el 19 de mayo
"Me gusta provocar sorpresa, desconcierto y, luego, reflexión"
15/05/2019 - Dolo Cambronero

Telas de saco, ventanas antiguas, hachas viejas, maletas, lámparas, hierros y piedras. Cualquier objeto desechado le sirve a Miguel B. Ortega (Cuenca, 1962) para crear. “Trabajo con lo que la gente tira”, explica el artista, que expone en la Casa de la Cultura de Motilla del Palancar hasta el 19 de mayo la muestra La factoría étnica, formada por más de 100 obras de escultura y pintura.

“He vaciado mi taller para llevarlo a Motilla”, explica Ortega, quien dice que le gusta “provocar sorpresa, desconcierto y, luego, reflexión” con sus obras.

Y es que la exposición también persigue fines didácticos ya que, mostrando que se puede crear arte con elementos reciclados, busca concienciar acerca de la importancia de la conservación del medio ambiente. Por ello, está previsto que alumnos de institutos visiten la muestra de este artista que se define como “salvaje, atrevido, desafiante”.

“El arte hay que sacarlo a la calle. Te hace pensar”, señala al tiempo que reniega de que sean los críticos los que dicten la valía de una obra.

Invitar a la reflexión

Con La factoría étnica también pretende lanzar una reflexión acerca de la primacía que otorgan las sociedades modernas a la imagen, al exterior, lo que hace que nos pase “desapercibido el magnífico paisaje de lo interior”. “El hombre de hoy sobrevalora aquello que le entra por los ojos sin gastar tiempo en mirar más allá de las apariencias y encontrarse con la esencia”, lamenta el autor.

Por ello, en sus trabajos representa los elementos de forma algo “tosca”, para que la obra despierte una sensación en el espectador que vaya más allá de lo que ven sus ojos.

Ortega conjuga materia, forma y color para crear sus piezas, en las que se pueden reconocer figuras como una garza, personajes humanos, arañas o una salamandra. Otras, como la escultura ‘Las Hachuelas de la Sierra’, rinden un homenaje a la mujer.

Con numerosas exposiciones individuales y colectivas a sus espaldas, para Ortega el arte es toda una necesidad para expresarse: “A través de mis obras, saco lo que llevo dentro”.

"Me gusta provocar sorpresa, desconcierto y, luego, reflexión"

El rincón del olvido es el nombre de su estudio. “Ahí es donde nace todo. Donde estás solo y no quieres que te visite nadie. Es como si fuera un huerto”, asegura, poniendo el símil de que sus obras van creciendo, cogiendo forma, madurando poco a poco. La gente le lleva incluso elementos viejos para que pueda crear nuevos trabajos: “Me traen clavos viejos, trozos de sogas…”.

Ortega nació en Las 500, “un barrio humilde con aroma artesano”, rodeado de estañadores, paragüeros, canasteros y canteros, lo que fue la base para que en él fuera creciendo su amor por el arte.

Referencias artísticas

Los estampadores Jesús Ocaña y Paolo Fiacarini, Adrián Moya, Miguel Herver, el escultor Javier Floren, Carlos Codes, y Antonio López, con sus objetos encontrados, son algunas de las referencias artísticas de este profesor ya jubilado de natación para personas con discapacidad, un mundo que, según dice, le ha aportado mucho y gracias al cual ha recorrido numerosos países.

Los orígenes artísticos de este autor se remontan a la década de los ochenta, cuando frecuentaba una galería en la que se reunían varios artistas de los que fue aprendiendo y con los que se fue introduciendo en este mundo: “Me han formado y moldeado como al barro”.