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“Hay un cine que pone la atención en las emociones”

“Viaje a la habitación de una madre” es el debut en el cine de esta sevillana afincada en Cataluña
“Hay un cine que pone la atención en las emociones”
24/11/2018 - Gorka Díez

Pese a tratarse de una ópera prima, Celia Rico (Sevilla, 1982) ha escrito y dirigido una de las películas del año. Se llama Viaje al cuarto de una madre y es un relato sobrio y detallista en torno a las relaciones humanas donde nada sobra. Proyectada en la Semana de Cine de Cuenca, narra ese momento crucial en la vida en que las hijas se van de casa buscando su propio camino y los padres no saben muy bien qué decir ni cómo rellenar el hueco que dejan. Bordan sus respectivos papeles de madre e hija ya veterana Lola Dueñas y la joven Anna Castillo (El olivo).

Viaje al cuarto de una madre es una pequeña y sencilla película que llega al público, como lo demuestra el Premio de la Juventud en San Sebastián…

Es un premio que me dio mucha alegría y fue una sorpresa muy gratificante porque conectar con el público joven es una de las cosas más difíciles. Además, una parte de la película está protagonizada por una chica joven y, como yo soy un poquito mayor, escribí toda la parte de su personaje con mucho respeto, con miedo a no saber reflejar bien a su generación.

El tema principal es la relación entre una madre y su hija en el momento en el que la segunda siente que debe independizarse. Un paso que a las dos les cuesta dar…

Sí, las dos están acostumbradas a estar juntas, a compartir el espacio de la casa, y cuando la hija plantea la opción de marcharse se genera entre ellas una tensión y, sobre todo, un dilema. La hija se pregunta si es mejor hacer su vida o quedarse para no dejar sola a su madre y esta si es mejor dejar volar a su hija o retenerla para seguir teniéndola a su lado. Son decisiones difíciles que hay que tomar y que quizá no sean las mejores para la madre, pero sí para los hijos. Y me apetecía explorar qué es lo que está en juego, los riesgos que tomamos, lo que dejamos atrás...

La madre se lo pone fácil a la hija, algo que no siempre sucederá en la vida real…

Yo creo que sí porque, al final, todos nos vamos. La madres muchas veces lo guardan todo dentro y no dicen lo que sienten, porque vernos marchar en un momento dado puede ser muy duro: es un acto de generosidad y de protección para que no nos cueste tanto. Es verdad que, cuando Estrella (la madre) se entera por primera vez, se enfada, pero así son las relaciones familiares: un día nos enfadamos y al día siguiente nos queremos un montón. Luego recapacita porque sabe que no puede retener a su hija aunque le vaya a costar porque se va a quedar sola y las paredes se le van a caer encima. Aunque yo no soy madre, imagino que cuando lo eres también te acuerdas de cuando eras hija y te marchaste.

Después de criar a los hijos, ¿qué? Es una de las preguntas que se hace la película…

Con el tema de los cuidados ocurre que ponemos toda la atención en alguien y, cuando ese alguien no está, uno se siente un poco vacío, como si ya no fuera útil y no le necesitaran. Se trata del síndrome del nido vacío, que no se ha explorado mucho y en el que me apetecía indagar, permitirle al personaje de Estrella rozar la zona más baja de ese momento, porque además para ella la sensación de vacío es mucho más grande ya que hasta el momento en que la hija no se va de casa no comienza a aceptar que, en realidad, hay otra ausencia que le está causando todo el dolor como es la del marido que murió. En mi caso relleno ese vacío con la vocación de la madre, que es la costura: coser para una hija se puede convertir de repente en tejer para muchas otras personas y eso implica pensar en otros cuerpos, que haya otras personas aparte de su hija con las que poder compartir la vida.

El móvil también tiene su protagonismo: en estos tiempos en los que tanto se abusa de él, y en ocasiones parece que nos distancia, aquí favorece la relación entre la madre y la hija…

El teléfono aparece como un un elemento muy conectado con el pasado, al estar la línea telefónica convencional de la casa a nombre del padre, por lo que recuerda a él. Pero me parecía que era bonito que de repente la madre se actualizara y comprara un móvil por la necesidad de hablar con su hija y de conectarse con el presente y con el futuro. De alguna manera las nuevas tecnologías se plantean como el nuevo cordón umbilical para estar constantemente conectados. Aunque esa sensación de que el teléfono nos permite saber qué hacen los hijos en cada momento, ver sus imágenes con esas fotos o vídeos que pueden llegar, también es una falsa cercanía, un simulacro, porque las personas están sustituidas por mensajes de texto y por imágenes. Intento entonces reflejar cómo esos teléfonos nos unen pero a la vez crean un simulacro de relaciones, ya que no podemos tocar a la persona. Y tampoco nos permite saber la realidad, porque cuando la madre le pregunta a su hija cómo le va intuimos que no le va demasiado bien pero ella nunca se lo cuenta. Y la madre, igual. Cuando usamos las nuevas tecnologías tendemos a decir que estamos mucho mejor de lo que estamos. Facebook al final no es más que un escaparate de lo bien que nos va: uno proyecta su imagen más positiva, cuando la realidad suele ser más compleja y más dura.

¿Estás satisfecha con el resultado final?

Siempre es verdad que una es más crítica que nadie y siempre está como volviendo a analizar lo que hiciste, lo que conseguiste y lo que no. Pero la propuesta creo que es muy honesta: estar en una casa con dos personajes y contar sus emociones, lo que les pasa a través de sus miradas, de sus gestos, de voces más bajas, de frases que no se terminan, de pequeños detalles... La cámara está colocada siempre en el mismo lugar pero cambian pequeños detalles. Era un trabajo frágil y delicado que me daba mucho miedo al escribir el guion, porque pensaba que esto se tenía que hacer muy bien para que funcionara, pero, al tener a dos actrices tan increíbles, he tenido la suerte de conseguir lo que quería plasmar.

Te habrá costado muchísimo sacar adelante el filme. ¿Piensas en el segundo?

La verdad es que no es fácil sacar adelante una película. Quizá lo más difícil sea conseguir la financiación y en el caso de Viaje al cuarto de una madre he tenido suerte porque ha llegado en unos plazos más o menos razonables, lo cual no me ha generado demasiadas ansiedades, porque trabajar con la ansiedad de no saber si te va a llegar el dinero es una de las peores cosas que hay. De cara a poder hacer otra película siento que hay mucha incertidumbre, y no sé que va a pasar. Está la subvención del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICCA) para primeras y segundas películas, y hay también apoyo a las mujeres cineastas, lo cual ayuda mucho, pero no lo sé. Tengo incertidumbre porque además mucha gente me dice que es mucho más difícil sacar adelante una segunda película. Pero vamos a intentarlo.

Están saliendo filmes de directoras, con nombres como los de Carla Simón (Estiu 1993) o Mar Coll (Tres días con la familia). No sé si os une una mirada de mujer pero sí que tenéis puntos en común...

Con Carla hemos compartido el viaje que hemos hecho cada una, nos hemos enseñado materiales… Eso yo creo que es algo muy interesante. Y supongo que otro aspecto en común es poner el foco en cosas que conocemos, cercanas, que tienen mucho que ver con lo cotidiano. No estoy tan de acuerdo en que haya una mirada femenina porque también hay películas hechas por hombres que comparten todo esto, ni sensibilidad femenina porque también hay muchos directores que se pueden incluir dentro de esa sensibilidad. Pero sí creo que hay un cine que pone la atención en los gestos, en lo cotidiano, en las emociones.