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“La gente que es diferente transforma la sociedad”

‘Carmen y Lola’, que se proyecta este martes y miércoles en los Multicines Odeón, narra la historia de dos adolescentes gitanas y lesbianas que se enamoran
20/11/2018 - Gorka Díez

Las mujeres son protagonistas de la 21 edición de la Semana de Cine de Cuenca que los Multicines Odeón acogen del 20 al 24 de noviembre al dirigir cuatro de los siete largometrajes que se proyectarán: el segundo filme de Elena Trapé, Las distancias, y los debuts en el largo de Celia Rico (Viaje a la habitación de una madre), Almudena Carracedo (El silencio de otros) y Arantxa Echeverría (Carmen y Lola). Hablamos con esta última (Bilbao, 1968), cuyo filme narra la historia de amor entre dos gitanas lesbianas. El filme se proyectará el martes 20 (19:00 horas) y el miércoles 21 (19:30).

Pese al eco mediático, si no fuera por la Semana de Cine ‘Carmen y Lola’ no se proyectaría en Cuenca...

Es complicado porque una película tan pequeña tiene una distribución pequeña, e ir a unas salas cuesta un dinero, de modo que muchas veces no podemos ir a todas partes. También depende mucho de la petición de la gente, porque en Sevilla por ejemplo la pidieron muchísimo y el interés hizo que una sala nos contactara. Pero para las 35 copias con que hemos salido, que son poquísimas, la respuesta del público ha sido buenísima. Hay filmes que salen con 150 copias y que se estrellan porque van dos o tres espectadores a las salas. Nuestra apuesta, teniendo en cuenta que es cine de autor y no un blockbuster, creo que fue adecuada.

La repercusión del filme se debe a la novedad del tema: la historia de dos lesbianas gitanas...

Jamás se había hablado de la homosexualidad en el mundo gitano, no, y al ser la primera película sí que había un cierto morbo por ver cómo se desarrollaba la historia, porque además al ser todos actores no profesionales gitanos está contada desde su propia verdad, lo cual ha generado mucho ruido mediático. Pero, también, porque es una buena película… (ríe).

Pese a los avances, aún son muchos los hombres y mujeres a los que les cuesta hacer pública su sexualidad. Y dentro del mundo gitano, entiendo que más...

En el mundo gitano hay un camino establecido según el cual si eres mujer tienes que echarte un novio de pequeña, casarte, tener hijos, fundar una familia… Y desviarse de ese camino siempre crea muchos problemas porque los padres quieren la normalidad entre comillas para sus hijas: que no sean señaladas, que vivan tranquilamente en la comunidad… Pero la sociedad se transforma por la gente que es diferente, personas que son necesarias: sin esa oveja negra que vaya en contra de la manada, todo sería aburrido, anodino, y no habría ningún cambio social. Por eso creo que es tan importante visibilizar a una parte de la sociedad que vive completamente oculta.

La película estará sirviendo para abrir mentes…

Sí, y no solo del mundo gitano, ya que es un tema muy universal. Igual que pasa en esta comunidad pasa en un pueblo o pedanía perdida de Cuenca o en Munich, porque cuando llevamos la película a Alemania una chica de entre el público, llena de tatuajes y de piercings, como muy alternativa, intentó hacerme una pregunta en el coloquio posterior al filme y no podía porque estaba llorando. Después me acerqué a ella a hablarle y me comentó que su madre era una mujer con cultura, con dinero, abogada, pero que el día en que le dijo que era lesbiana hizo lo mismo que la madre de Lola: llorar y llorar y pedirle que le dijera que era mentira. Creo que la homofobia y el miedo a la diferencia es universal y que no hay que irse muy lejos, salvo quizá en las grandes capitales como Madrid o Barcelona donde ser homosexual está como mejor visto.

Por volver a la comunidad gitana, sí que da la impresión de que el resto vivimos como de espaldas a ella...

Son los grandes invisibles de nuestra sociedad. Llevan 600 años en la península, son igual de españoles que nosotros, hasta seguro que muchos de nosotros tenemos algún ancestro gitano, pero siempre han estado como marginados. En la época de Franco eran perseguidos por la ley de vagos y maleantes, y hasta hace poco en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española una de las acepciones de gitano era “trapacero”. Hay también como un miedo a una cultura que en realidad no conocemos y a la que nos referimos con multitud de clichés y estereotipos cuando son todo lo contrario: trabajadores, leales, fieles…

¿Cómo fue trabajar con Zaira Morales y Rosy Rodríguez, actrices no profesionales?

Encontrar chavalas gitanas de quince o dieciséis años que sean profesionales es imposible porque no existen: a esa edad no se ponen a estudiar teatro. Pero me parecía ridículo hacer una película de payos haciendo de gitanos: hubiera sido una falsedad cuando esto es cine de autor, personal, que busca la realidad. Y para ello creía que lo que tenía que hacer era acudir a la propia realidad, a ellos, y aunque en el fondo fue una locura plantearte una película con 150 gitanos que nunca habían estado delante de una cámara, por otro es la magia que tiene la película, una punto de veracidad y de meterte completamente en un mundo desconocido.

Ya sabes lo que es ser nominada al Goya por el corto De noche y de pronto, de 2014. ¿Hay esperanza en que esta película reciba nominaciones?

No pienso en eso y además creo que pensar en eso es un error. El éxito que ha tenido la película es el éxito de la audiencia: que la gente vaya a verla, me escriba y me busque para contarme su opinión. Además, ser seleccionada para la Quincena de Realizadores de Cannes ya fue un gran éxito con el que me puedo morir tranquila, porque creo que es el sueño de cualquier director de cine.

Ser la primera mujer directora de cine española seleccionada en la Quincena de Realizadores de Cannes es para estar contenta, pero, también, para reflexionar…

Fue un orgullo pero también un peso, la sensación de que las mujeres, por el hecho de serlo, tenemos que demostrar más que tenemos una mirada potente y que gusta a la audiencia. Yo me siento un poco con la mochila de todas las mujeres directoras que estuvieron delante de mí -muy contenta de verme detrás de Coixet, de Iciar Bollaín, de Paula Ortiz- y también de las que vienen en un momento en el que la mujer directora está encontrando un lugar: se le está dando sitio y cabida a nuestra mirada, a nuestra forma de contar las cosas, que es algo que la sociedad se estaba perdiendo.

Que en Cuenca cuatro de las siete películas seleccionadas para la Semana de Cine sean de directoras demuestra que hay buenas películas hechas por mujeres …

Creo que sí que estamos en un momento maravilloso en el que se ha abierto un resquicio a la vía del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), que nos está echando un cable para que haya mujeres directoras y guionistas. Pero también es importante que la mujer esté en la dirección de fotografía, en la música, en papeles tradicionalmente muy masculinos en el cine.

¿Te ves con posibilidades de dirigir otra película? Porque ‘Carmen y Lola’ te costó muchos años...

Cuesta una barbaridad. Levantar esta película me ha costado seis años y no tengo ni idea de lo que me costará la segunda, pero espero que sea un poquito menos. Aunque siempre es difícil. Hacer cine en España es un trabajo más de artesanía que de industria, sobre todo cuando haces un cine de autor, más independiente. Pero, vamos, si he conseguido hacer una película solo con actores gitanos y sobre un tema tan tabú, creo que yo ya me atrevo con cualquier cosa.