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El Choco: más de medio siglo ofreciendo "el peor marisco y el más caro"

El Choco: más de medio siglo ofreciendo "el peor marisco y el más caro"
04/08/2017 - Cristina Dolz

Reyes y Baltasar Gallego regentan este local ubicado en la capital

Hay sitios que son testigos del paso del tiempo y de como ha cambiado Cuenca y sus gentes en este último siglo, podemos decir que el Bar El Choco es, sin duda, uno de ellos. Abrió sus puertas por primera vez en el año 1952, en la etapa aún más dura del franquismo, cuando España era hermética y Cuenca empezaba a desarrollarse y a crecer en el centro de la ciudad dejando el Casco Antiguo como barrio periférico. 

 

Luís Gallego pensó entonces que en la ciudad podría tener éxito un bar diferente y abrió este bar-marisqueria (no restaurante) para disfrutar del pescado a la plancha y el marisco tapeando desde la barra. El modelo cuajó y lo heredaron sus hijos, Reyes y Baltasar Gallego, que a día de hoy siguen con el negocio familiar ayudados por sus mujeres y en él seguirán “hasta que el cuerpo aguante”. Hablan de “aguantar” porque, afirman, no es fácil trabajar media jornada al día, “aquí todos hacemos sobre unas 12 horas por lo menos, si no se nos alarga la cosa. Intentamos turnarnos y librar un día cada uno pero te tiene que gustar mucho el oficio para llevarlo bien”, cuenta Reyes. Precisamente por esto, ambos han inculcado a sus hijas que estudien e intenten trabajar en otra cosa y creen que el negocio familiar se acabará con ellos. 

 

Los hermanos explican que, para tener “el peor marisco y el más caro” -según su irónico eslogan-, hace falta reunir ciertas claves en el servicio: calidad del marisco, limpieza del local y precios moderados. Así, la mayor parte del pescado van a comprarlo a Mercamadrid todas las semanas, el justo para que aguante bien y no se estropee porque “el marisco fresco es muy delicado y como tengas que estar tirando son pérdidas seguras”. Y mantienen los precios, aunque Baltasar asegura que ganan menos que antes, “no los hemos subido apenas en cinco años, preferimos vender mucho así dar el sablazo a la gente”.

 

En base a esta filosofía siguen cobrando la caña a un euro y poniendo aperitivo gratis con la bebida, porque “en Cuenca la gente viene a los bares a picar pero no les gusta pagarlo a parte, cualquier barecillo siempre te pone algo y aunque cueste mucho dinero hay que hacerlo”. Y más después del bajón que hubo con la crisis. “Antes cerrábamos un día a la semana pero tuvimos que cortar, aunque ahora parece que llevamos año y medio un poco mejor”, señalan ambos. 

 

Cuentan que la gente que les visita son clientes de toda la vida que han ido “generación tras generación: los padres, los hijos, y alguno de los nietos que han conocido el bar por su familia” y que últimamente acude bastante “gente pudiente”, aunque no “altos cargos de renombre” como alguno podría pensar al ver una marisquería.