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"Aunque las pinturas parezcan tristes, a mí me hacen sentir bien"

Estados de ánimo un tanto decaídos asoman por alguna de las voluminosas figuras de las obras de esta pintora audidacta donde no obstante también caben el abrazo, la amistad, la bravura o la esperanza
06/10/2018 - Gorka Díez

Lo último que se pierde es la esperanza’. Así reza el título de la exposición que Raquel Portilla (Barcelona, 1997), residente en Cuenca desde los nueve años de edad, expone hasta este fin de semana en la céntrica Sala Iberia de la capital, 28 pinturas y ocho esculturas de carácter simbólico en las que la autora trata de expresar sus estados de ánimo, en general alicaídos aunque, como dice el título de la muestra, siempre con “la esperanza” puesta en el horizonte, sabedora de que esta es “lo que mantiene viva la ilusión para seguir adelante”.

“Aunque las pinturas parezcan tristes, a mí me hacen sentir bien”, cuenta esta pintora autodidacta. Algunos títulos de sus obras, muy explícitos, ya dicen mucho de esa lucha interior entre la tristeza y la confianza en un futuro mejor, entre la soledad y la compañía, entre el decaimiento y los ánimos que ella misma trata de inculcarse: ‘Por los suelos’, ‘Una larga espera’ “El consuelo’, ‘El abrazo’, ‘No te rindas nunca’ o ‘¡Ánimo!’.

Aunque en la muestra hay obras de distintas etapas, algunas de fondo blanco y otras más coloridas, se percibe que detrás de todas ellas hay una misma creadora por las formas curvas y voluminosas de sus figuras, de algunas de las cuales ha hecho su réplica en esculturas.

“Lo que más me gusta es buscar el volumen, de ahí que las esculturas estén sacadas de las pinturas”.

Entre esas formas muchos reconocerán El Tormo de la Ciudad Encantada, que Portilla lleva a su terreno y retrata con un aspecto un tanto retorcido, como reflexionando.

Reconoce que encontrar un significado a algunos de sus lienzos no es sencillo, en parte porque “son míos y expresan mis sentimientos”, pero “una vez que la gente conoce mi obra se va viendo lo que las formas dicen y es”.

En cuanto a posibles influencias, asegura no tener ninguna, sino “seguir mi propio estilo, que es lo que me sale”, lo cual le permite crear con total libertad. “Nadie me va a enseñar a hacer esto o lo otro, sino que yo soy quien decido y planifica cómo hacer las cosas”.

Portilla, que con anterioridad ya había expuesto en lugares como la Facultad de Bellas Artes, el Circulo de la Constancia, la Galería Jamete o el Centro Joven, es consciente de que en estos tiempos vender obra de arte no es fácil, máxime cuando quien las firma no es alguien muy conocido. “Puedes tener unas obras muy buenas en un rincón pero si la gente no las conoce, porque no tienes nombre, no se venden, mientras que otros a lo mejor tienen nombre pero les falta la obra”.

Pero ello no le impide confiar en que su obra sea del agrado del público y a la gente le resulten llamativas, e incluso atractivas, sus figuras a la búsqueda de un abrazo que, llegue o no, mientras haya vida y haya arte en cualquier momento uno tendrá la posibilidad de recibir porque, como ya hemos dicho que dice el título de la muestra, lo último que se pierde es la esperanza.