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'Blade Runner 2049': el alma perdida de los “replicantes”

Como proclama en el propio título, al que se han limitado a añadir el año en que se sitúa la acción, han pasado treinta años desde que se encomendara a la patrulla conocida como Blade Runner
'Blade Runner 2049': el alma perdida de los “replicantes”
15/10/2017 - Pepe Alfaro

Es toda una osadía emprender la aventura de una secuela de una obra maestra del cine después de treinta y cinco años, pero si el nuevo proyecto viene avalado por una pléyade de nombres capitaneados por un realizador de origen canadiense, con una obra corta pero cautivadora, llamado Denis Villeneuve la cosa suscita cierta esperanza; además, otro aliciente es que el libreto viene firmado de nuevo por el autor del guion de la película original, el tan esquivo como poco prolífico Hampton Francer. Solo se echa de menos la participación de Vangelis en el acompañamiento sonoro para recuperar un componente primordial de aquel mecanismo perfecto que supuso Blade Runner (1982); lo que no se podía entender es la negativa del últimamente hiperactivo Ridley Scott para capitanear el equipo dispuesto a recomponer a su hijo más glorificado.

Como proclama en el propio título, al que se han limitado a añadir el año en que se sitúa la acción, han pasado treinta años desde que se encomendara a la patrulla conocida como Blade Runner “retirar” (aforismo empleado para eliminar) los humanoides de la serie Nexus 6 fabricados por la Tyrell Corporation, unos robots demasiado “humanos” a los que para evitar posibles problemas de desarrollo se había dotado de un sistema de muerte programada a los cuatro años. La nueva película articula bastante acertadamente su nexo argumental con la original, y Villeneuve se esfuerza por prolongar la atmósfera, el tono, los personajes y parte de la substancia. Resulta necesario, y justo, reconocer aciertos en el planteamiento de partida, pero en conjunto el desarrollo resulta ligeramente deslavazado y las buenas pulsaciones se van desvaneciendo en un metraje a todas luces excesivo, su principal lastre.

Blade Runner 2049 producirá en el espectador sentimientos encontrados; por una parte la comparación con el original resulta inevitable (y desventajosa, ese es el principal problema), por otro lado la historia resulta claramente deudora de su matriz en el hilvanado argumental (al menos con el final propuesto por Ridley Scott en el montaje definitivo lanzado hace una década), pero la capacidad del director para crear su propio universo le permite descaminar la deriva de los personajes hacia su propia búsqueda, ahondando las dudas existenciales, de manera que resulta casi imposible distinguir a los humanos de los “replicantes”; de alguna forma todos han perdido el alma, circunstancia que también se percibe en el nuevo film, construido mediante el aporte de nuevos e imaginativos elementos tanto en aspectos visuales como de guion.

Personalmente creo que estamos ante una película que respeta y enriquece a la madre, a la que evidentemente no alcanza ni de lejos en su perfecto equilibrio, su magnetismo, su humanidad, su filosofía del alma… pero esta secuela culmina la historia desde un punto de vista con casi medio siglo de distancia, y tanto su estilización técnica como sus parciales pero eficaces propuestas narrativas conforman un estimulante díptico; solo el tiempo otorgará la verdadera dimensión de este vínculo.